dijous, 9 de juliol del 2009

EL ¿ANTÍDOTO? A LA AUTOCOMPLACENCIA




                               


  


Decía ayer Johan Cruyff que el Madrid había hecho un regalo al Barça a través de los fichajes de relumbrón que han aterrizado en Concha Espina.


Según el profeta, las nuevas incorporaciones madridistas evitarán que el conjunto azulgrana se relaje después de la consecución del triplete.


Sin llegar a catalogarlo de regalo, estamos en buena parte, de acuerdo con dicha afirmación.


 


Queremos echar la vista atrás y detenernos en la temporada 2006-2007. El proyecto Rijkaard había llegado a su cénit tras proclamarse campeón de Liga y de Europa en el curso anterior. Parecía que nadie podía hacer sombra al conjunto capitaneado por un mágico Ronaldinho y un insaciable Samuel Eto’o.


Además, el Barça se hacía con los servicios de dos defensas de auténtico lujo: Zambrotta y Thuram se vestían de blaugrana al igual que Gudjohnsen, fichado como substituto de Larsson.


El Madrid por su parte, recién salido de un proceso electoral y de un trienio sin títulos, fichaba a Van Nisterlooy, Diarra, Cannavaro y Emerson. Capello volvía a Madrid demostrando así la carencia de un proyecto deportivo sostenible y a largo plazo.


 


La temporada empezaba de la misma manera que había acabado la anterior. El Barça ganaba los partidos con una superioridad pasmante y el Madrid parecía desmoronarse cual castillo de naipes. Derrotas como el 0-3 ante el Recre en casa evidenciaban el fracaso madridista.


Pero poco a poco, el vestuario azulgrana, bien por verse tan superior o bien por ver que su máximo rival estaba a años luz de poderle hacer competencia, se fue relajando hasta el punto de creerse ganador de los partidos por el mero hecho de vestir la camiseta del Barça.


El vestuario comandado por Rijkaard se fue dejando llevar y el Madrid empezó a creer en la remontada. Uno de los peores Madrid de la historia ponía en serio peligro las aspiraciones culés de revalidar el título.


 


El ambiente era extraño. Los pocos que se atrevían a criticar, recibían la inmediata reprimenda de quienes pedían respeto por ese equipo que solo unos meses antes había tocado la gloria en París. Intocables como Ronaldinho o Deco empezaban a ser cuestionados y Eto’o se cubría de gloria en Vilafranca reclamando más trabajo y llamando mala persona a su entrenador.


Entre ovejas negras y resultados cada vez más preocupantes, la temporada avanzaba y la Liga iba tiñéndose de blanco. Entremedio, derrota en Tokio, eliminación en Europa y un humillante 4-0 en Getafe, ponía la guinda a un fracaso cada vez más evidente.


 


El desenlace final todos lo sabemos. Un vestuario totalmente abandonado a su prepotencia y desidia dejó escapar la oportunidad de encadenar una serie de éxitos que le hubiese alzado al lugar más alto de la historia del club.


Laporta lo catalogó de autocomplacencia. Palabra que cada vez que se escucha, a muchos nos estremece.


 


Es por eso que ahora, viendo que el Madrid se ha reforzado con primeras espadas como Ronaldo, Kaka o Benzema, el jugador blaugrana tiene una dosis extra de motivación. Va a tener a un rival que le va a complicar más (a priori) las cosas que el año pasado.


Es normal, y hasta cierto punto comprensible, que un ser humano se relaje al ver que es el mejor en una disciplina y que a su alrededor, no se intuye que nada ni nadie pueda superarle. Ahora bien, cuando sabes que eres el mejor y ves que alguien puede hacerte sombra, lo normal es que se activen todos los mecanismos de alerta y te esfuerces un poco más para que nadie te quite tu trono.


 


A todo esto, sumémosle que Pep Guardiola se ha consagrado como un gran motivador, capaz de sacar a un mismo vestuario, un rendimiento totalmente opuesto al que había dado el año anterior.


El discurso de Pep y su absoluto conocimiento de los biorritmos del club nos otorga un plus de tranquilidad.


Este equipo no sabemos si ganará o no. No sabemos si jugará bien o no. Pero lo que tenemos seguro es que esta vez, los tentáculos del divismo y de la autocomplacencia no llegarán a las entrañas del vestuario.


Lo dice Johan y lo esperamos nosotros.


 


¡ No sabéis la confianza que tenemos en esta plantilla!


 


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