divendres, 27 de març del 2009

FIRMA INVITADA. IVÁN NOS HABLA DE RUGBY




                            


Hoy hablamos de rugby, para comentar el reciente Torneo de las Seis Naciones 2009. Lo ha ganado Irlanda, lo cual es poco importante. Lo relevante es que Irlanda ha vuelto a ganar el Grand Slam, 61 años después.
El que tradicionalmente era el único premio material, la Cuchara de Madera, se lo ha quedado una voluntariosa Italia. Han jugado bien, pero siguen cometiendo errores infantiles en el juego a la mano y eso, contra primeros espadas, se paga carísimo. Siguen progresando, tienen una delantera formidable, pero sus backs, los que tendrían que ganar los partidos, no tienen la calidad necesaria.

La inclusión de Italia como sexta nación ha librado a Escocia de una cuchara de madera que quizá merecen más que los transalpinos. Aquellos no logran más porque no pueden; éstos, son un misterio. Capaces de enseñar los dientes y jugar como los ángeles durante largos minutos, por no hablar de la escalofriante eficacia de Paterson y Godman tirando a palos,  terminan condenándose por errores en el juego a la mano y falta de determinación en los momentos decisivos. El sábado pasado perdieron la Calcutta Cup contra la peor Inglaterra de los últimos veinte años, lo que dice mucho en contra de un equipo que siempre promete más de lo que acaba ofreciendo.
El mejor equipo según todos los expertos ha terminado en cuarta posición. Gales, que lo hace todo bien y todo bonito, ha pecado de falta de determinación. Y el rugby es un deporte que premia a los ambiciosos. Jugaron de maravilla contra Escocia e Inglaterra, pero la remontada que sufrieron en París cuando tocaban la gloria con los dedos les ha pasado una factura muy cruel. Con Italia sufrieron más de la cuenta y en el último partido en Cardiff, donde aún podían ganar la Triple Corona … ahora lo cuento.

Francia, el adalid del rugby champagne (el jogo bonito del balón oval) se está buscando a sí misma. El seleccionador Marc Lievremont dice que está preparando el equipo para el mundial del 2011 en Nueva Zelanda, pero el equipo no transmite seguridad y sólo es capaz de ganar a una selección top cuando ésta falla, como le ocurrió a Gales en Saint Dennis. La paliza recibida en Twickenham contra el archirrival inglés escocerá durante mucho tiempo.

Inglaterra es la que ha salido beneficiada del triple empate a tres victorias con franceses y galeses: segunda plaza para un equipo plano, falto de garra, fuerza, técnica y talento táctico. Tenían la baja de Jonny Wilkinson, pero siempre se espera más de un equipo que lo ha sido todo y que aún son subcampeones del mundo. Han podido ganar a los dos equipos menos competitivos y aplastaron a Francia un día que los galos salieron dormidos al campo. No juegan a nada, pero compiten como nadie. Por si alguien busca comparaciones, el XV de la Rosa viste de blanco …

Irlanda llevaba ya unos cuantos años rondando el gran éxito. Tres Triples Coronas desde el 2004, siempre a un paso del éxito definitivo, nunca campeón del torneo bien por la diferencia de puntos, bien porque los galeses ganaban el partido definitivo. El mejor equipo del Trébol de las dos últimas décadas llegó a la última jornada habiendo ganado convincentemente a Francia, Italia y Escocia, y tras haber batido a Inglaterra en un partido épico de fuerza y carácter. Este año eran los mejores sin discusión, pero una vez más todo el mundo dudaba de si ganarían la final.
(En el pub Michael Collins de Barcelona ven el partido no sólo los freakies habituales, sino también un equipo de rugby irlandés y su sección de veteranos, ambos de gira por Catalunya. En el momento en que todos se levantan para entonar el Ireland Call, los locales no paramos de mirar de un lado a otro con los ojos como naranjas y la gallina de piel.)

Y el partido empezó como un trueno, con los irlandeses apretando a tope y encerrando a Gales en su propio campo. Los dragones rojos apenas salían de su propio campo, pero en cada contraataque daban sensación de peligro y dejaban clara su calidad. Dominio territorial irlandés, dominio de la posesión también irlandés, mejores oportunidades, pero al descanso 6-0 gracias a dos golpes de castigo transformados por Stephen Jones, medio melé galés.
Algún día se publicará qué les dijo el seleccionador a sus jugadores en el descanso. O cual fue la arenga del capitán Bryan O’Driscoll cuando formaban en corro sobre el césped del Millenium Park. Lo cierto es que Irlanda salió a por todas y en los cinco primeros minutos ya había remontado el partido con dos ensayos, gracias a una carga de caballería liderada por O’Driscoll y a un sensacional contraataque culminado por Bowe, ambos convertidos por O’Gara. 6-14 y 35 minutos de batalla por delante.

Y aquí hay que explicar algo. Para ganar el Torneo, Irlanda tenía bastante con no perder por más de 13 puntos. Pero eso parece que le importaba bien poco a todos los irlandeses. Y Gales tampoco iba a darle importancia a una victoria más en el Torneo. Pero ganar la Triple Corona o el Grand Slam, eso es algo distinto. Lo que siguió fue un extraordinario intercambio de ataques, tanto de delantera (para los profanos: empujando al rival mediante fuerza bruta) como de juego abierto (jugando a la mano, pasando y corriendo). Rugby de altísima calidad y mucha emoción. Las defensas se impusieron a los ataques y el único que sacó provecho fue de nuevo Stephen Jones, que mediante dos golpes de castigo acortó distancias hasta el 12-14. Faltaban diez minutos para el final.
Gales sigue atacando sin desmayo. Irlanda, tan cerca del premio supremo, duda de sí misma y no consigue desembarazarse de la marea roja que la atenaza. Los galeses, que llevan cinco minutos jugando a menos de 20 metros de la línea de marca verde, comprenden que hoy no podrán ensayar y en un aclarado magistral le ceden el balón a Stephen Jones quien ejecuta un drop tan fácil como definitivo. 15-14, quedan cinco minutos de tiempo corrido y los cánticos se acallan en el Michael Collins, mientras los irlandeses miran la pantalla gigante con la cara llorosa.

Decía Bakero que no importa cuántas veces caigas, sino cuántas te levantes. O’Gara, O’Driscoll, Stringer, Heaslip y O’Connell se miraron y miraron a sus compañeros. Toque de corneta. La carga del XV del trébol penetra con furia en la línea de veintidós galesa. Los galeses están a cuatro minutos de la Triple Corona y se defienden ferozmente; el ataque verde queda detenido a apenas cinco metros de la línea de marca. Stringer entiende que sus delanteros no podrán progresar en el escaso tiempo restante y le pregunta a O’Gara con la mirada si éste puede jugarse un drop. Pero el balón está muy escorado a la izquierda, y la delantera irlandesa empieza una jugada de leyenda: una sucesión de pick & go que, lejos de conseguir el objetivo tradicional de avanzar metro a metro, pues incluso pierden algunos metros, consigue retener el balón y centrar su posición. Quedan tres minutos; el árbitro marca la línea de fuera de juego; todas las camisetas rojas alineadas y listas para salir disparadas hacia O’Gara; Ronan O’Gara esperando el balón; Stringer deseando no fallar el pase más importante de su vida; en el pub un silencio sepulcral (¡por fin entendí la expresión!) y todos conteniendo el aliento. El balón vuela hacia O’Gara, los galeses vuelan hacia O’Gara, O’Gara chuta a palos … y entre palos. ¡15-17, Irlanda gana a falta de poco más de dos minutos! Dejo de ver la pantalla y sólo veo tíos con camisetas verdes a mi alrededor, saltando y chillando.


Pero dos minutos pueden ser muy largos en el Millenium Stadium. Último ataque galés, contraataque irlandés y, sobre el punto central del terreno de juego, penalti contra Irlanda. La ansiedad a veces te castiga muy cruelmente: una falta estúpida en un sitio donde Gales no podía hacer nada. Cuando se haya efectuado el golpe de castigo ya habrá transcurrido el tiempo reglamentario y por tanto el partido habrá terminado. Sólo queda el pateo de Stephen Jones. ¿Recordais el penalti de Djukic? Pues lo mismo pero sin portero.
En Cardiff el estadio está en silencio. Jones ya ha transformado dos golpes desde la misma o más distancia durante el partido. A mi alrededor todos los irlandeses hunden su cabeza entre sus manos o sus rodillas, algunos se giran de espaldas a la pantalla. Jones patea, el balón avanza implacable hacia palos, perfectamente centrado … pero desciende más rápido de lo previsto, seguramente por el viento de San Patricio y los miles de irlandeses soplando en Cardiff. La patada queda corta por no más de metro y medio.
Soy incapaz de explicaros qué cara pusieron los protagonistas sobre el terreno de juego. Estuve a punto de morir aplastado por una estampida verde y yo con una sonrisa de oreja a oreja. El sábado por la noche Guiness debió de batir records en su cuenta de resultados. Y un puñado de excelentes jugadores entraron en la leyenda.


Iván,


The Digital Garden


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